6 sept 2007

secretos...

Nena tal vez fui
un sueño de
otro mundo incierto

Primavera 0 Soda Estereo.

Desfallezca mi espíritu en tus ojos
gozosamente, luminosamente
al infinito amor de tu mirada

Castalia Bárbara Ricardo Jaimes Freyre.


Lagrima.
Lastima, atina, evapora; muestra.
Lados en la noche, que dejan, y caen.
-una lágrima-

No es el sol, que nos muere en las entradas de las cejas, cuyo afán es parecer alertas, al cinismo custodio de nuestros enredos propios, compartidos; partidos para alejar las miradas del espejo; que como siempre, regresa a este juego de conformarse, y no dejarse marear; la noche precipicio, y los consuelos del atado que llevamos en los cuentos, improvisados, regresamos sin haber llegado, con los ojos húmedos y la paredes encima de la sublime nostalgia que la confusión deprime sin, exprimidores, limones y totalidades absortas que no soportan sus sueños, estrellarse, junto a las estrellas fugaces. ¿Y donde queda mi estrella?; ahora que estás noches me pillan en desnudez literal, sin paredes, y mi mimosa gata; ella sale y desaparece, y yo sentado en el fango, de nuestros limitados cerebros, que no aprenden nada útil, para subsistir en esta vida cretina.

¿Recuerdo, mi primer fallido intento?; cuando me dijeron que era poeta. No tenía la menor idea, pero aun no entiendo nada de poesía. Llegas al colegio, eres poeta, y luego te dicen lerdo; eso es escribir cuestión de retardos; vivo en el pasado, por que es lo único que me pertenece, lastimosamente no tengo un solo recuerdo feliz.

Pero también esta la ajena compañía, del solitario veneno que muda, mi piel, al antaño del reflejo, que contempla un soplo, inocente de toda mirada, incidente; cuanto se refiere así misma como dolores, pretendiendo de ellos saber que no muere uno, de tanto en tantito, tanteando el terreno del valle que nos muestra esta nueva y atómica, lágrima derramada.

– Cuéntame los inventos que granizan cuando, son tus ojos quienes sangran; merecen y padecen por amores, que mudan de piel en cuando a un sabor alejado del rostro purificado de pecados, pretendiendo, suponer; no del todo, ni masticando huesos . Creces.

Sombra que no suspira.
Ánima desanimada que infiltra un descabezado soplo, al corazón sin venas frescas, que recuerden detalles en la piel, con cariño y sus velados sentidos; que despiertan cada mañana asombrado; recibiendo informes del atuendo humano que dejaste en una limpieza para pecados, sublimes, contra los dones que te entregaron; “¡Hey, Peyo! ¿Viste las noticias?”.

Y en este momento, pienso en el pobre Job.
¿Era justo que Dios jugará con él?; sin siquiera pedirle una disculpa; solo es una recompensa, por fastidiarte, sacarte las entrañas y vomitarlas apostando con un ángel aburrido, que no tiene nada mejor que hacer. ¿Es mas importante, vivir de acuerdo a una ley, de amor, solo pensando en la recompensa?; no es un poco cretino este merito al desafió, creyendo que en algún momento, seremos recompensados el doble. Pero si en vida no tuve nada, que puede darme, un amor, dos monedas con la cara de un pacto suicida.

Dios: Bueno Peyo, atravieza, te di un don; ¿Cómo lo invertiste?

Peyo: La palabra bueno, por mi ciudad, me lleva a pensar en la calle “bueno” que es fea y desalineada, y en las noches un recoveco peligroso. ¿Qué yo recuerde, en nuestra partida de ajedrez, no vemos el tiempo, con arrebatos?; tú jodes mí vida, no haces nada bueno por mí y yo tengo que entender tu tonto amor divino. Es verdad, creo que eres un psicópata aburrido. Y ahora me preguntas, por mi don… ¡Qué Puto Don!; si vivo en la era digital, cada día solo anhelo la muerte.

Dios (patea el tablero): ¡Me tienes cabreado con tus quejas lamentos, y recompensas falladas!; por que negocias todo lo que tienes, para ser y ser, crecer, ser feliz y responder a la vida, con lo que eres; con lo que se te dio para ser único. Como todos los seres vivientes, que llevan un tanto del cielo en la columna vertebral, nacidos para ser dioses, ser alegres, sentir en este mundo – todo latido sincero que clama una ventana al paraíso, y amar…

Peyo: ¿Amar? No me jodas. Nadie en este mundo seria capaz de sentir algo por este cuerpo, hecho con errores. ¿Lo del karma es real? No me importa amar. No quiero nada. Cada día abro mi blog, y deseo suprimirlo. Cada día memorizo una docena de fotografías, que nunca serán un punto de vista. Anoto frases, historias, versos y noto que moriré en el olvido.

Dios: Ese es tu problema quieres ser grande. Solo quieres que tu nombre sobreviva, quieres gritarle al mundo que te desgarro la piel; lo importante que eres. Soberbio, egoísta; quieres demostrarle al mundo que eres un genio. Engreído y rencoroso, anhelas abofetear a todos quienes te lastimaron con tu risa. ¡Malvado!; detestas tu soledad, y no estas dispuesto a arriesgar, tu comodidad para correr por ella. Cobarde, quieres y no puedes. Por que no aceptas, lo simplón que eres, que no serás nada especial, que no te tengo en esa lista. Peyo, no eres nadie.

Peyo: ¿Y a qué don te refieres?

Llueve.

No era el sueño que contagiaba a la pesadilla de espantos, alrededor, con las nubes forzando un novedosos estallidos de agitados consuelos vacilando los entuertos que debían estar sujetos al maquillaje, de risas inusuales, que derivan las pestañas, al rizador de duelos patológicos con la cama, la almohada atravesada y los versos domesticados.

Como dije en ese momento, sin saber que el tiempo era derretido, y estaba tomando forma de olivo, desperdicie mis nuevos vicios, con los quemados y arropados vestigios individualistas que no esperaban saber la tormenta de quejas. Un trueno en lo rotundo me trajo al regreso continúo, e imperfecto; súbitamente descubría cada vena en mi cuerpo, con legos, mórficos adorando al desastre entrelazado al bajo respeto, por las maravillas, que aún las flores no depositan en el mundo; por temor a los carneros que vacían sus dientes con buenos deseos. Derribando estos suelos, con las paredes rajadas, supe entonces que todo era un colgado instante de antes, e incluso antes de verte comprendiendo, que no había, un solo camino con los asuntos del corazón partido en binomios sombríos.

¡Buscaba a tientas su mirada!; y peregrinaba en las nubes como buscando un suero de risa, y brisa en las nubes. Cada atardecer nublado, y sus soles atravesados en espejos del cielo, formados, abajo, con migajas de lagrimas, sempiternas e hipnotizadas al callar de los deseos ocultos, en las estrellas fugaces, como y con comodín, surcaba está ensalzada mirada nuevos aires, y entre ríos precisos.

O preciosos instantes.
Que al no encontrar su mirada, fugaba mi alma al vació, que al ser un lugar también; me respiraba al oído un maullido agónico de mi gato, apareciendo, y sin escombros nuevos. Pregunte - como no supo responder. Situé en mi clavado de espaladas, nuevas bajadas al susto recurrente en actos oficiales, la lista y la fila; siempre en gustosa salida, interpretando que el objeto perdido, es el mismo deseo por estar vivo.

Junte las manos, en sinuoso responder, a plegarías que olvidaba según avanzaba el invierno metido en esta primavera espaciada; pronto el día de las flores y los floreros andando con sus novias, repartiendo regalos y comedias dialécticas, sobrepasarían a los abandonados de todo querer sin simpatías lejanas… Una nube.

Una nube…
… ¿Qué son las nubes?
Vida y obra, sobran cuando justo al segundo nuevo mi sombro era lo que lograba al no saber, despertar cada mañana, esta injusticia y la noche desolada; pero un teatro pasajero me dio cuenta y soplo esta sentencia.-

“Yo estoy contigo cada noche, levantando mis ojos al mismo silencio que nos envuelve a ambos; con esta soledad distante, siempre lejos y nunca cerca, contagiando con los poros abiertos esas pequeñas fracciones de vida, que tus ojos respiran saliendo cada melodía discreta”.

¿Entonces?

La muerte, me sujetó el brazo. Tuve miedo y estuve al borde catarro magistral; sin respirar todavía mi pálida vida, sonreía un espanto condecorado. Hay un secreto en las palabras, que aún comprendiéndolo; no nos reflejan las maravillas que las estrellas deparan, para nosotros. Trate de escapara y cuando miraba, para ver cuanto la perdía deje de correr…

¿Ya no me tienes miedo?; susurraba el propio viento, que no jugaba al desencanto.

Entonces respondí: “no tengo miedo, por que evocaste sus ojos, y con ellos miro al cielo contento”…


... aparece, nube violeta.

– A las lágrimas. Cuando lloras; ves el mundo con otros ojos, y puedes apreciar el detalle de la luz. La verdad de todo objeto.