Definitivamente;
tengo colores destilados apresuradamente, calando estática; sintonicé la risa correcta y la bóveda celeste cayó encima. Admito ser afortunado, no tengo la menor idea de quién y que honda con la musa. Las horas intermediando recuerdos desde longevas tradiciones, suministran joyería cortante vaciando paginas decodificadas; en un trozo, en un cementerio inapropiado cada noche,
mientras sobornan
pureza
y mis pupilas incompletas
buscan;
desarreglar profecías,
incomodándola bebiendo saludos implosivos.
“Devoro con la mirada toda trama amorosa y en ella descubro el lugar que sería mío si formara parte de ella. No percibo analogía sino homologías: compruebo, por ejemplo, que soy a X… lo que Y… es a Z…; todo lo que se me dice de Y… me toca en lo más vivo, aunque su persona me sea indiferente, incluso desconocida; estoy aprisionado en un espejo que se desplaza y que me capta en todas partes donde existe una estructura dual.”
Fragmentos de un discurso amoroso – Roland Barthes
Trajinando sospechas, internando veleros en la península sedienta de preciosos silencios, marcando parpadeos al unísono preciso desentrañando verbos secretos por todo el cuerpo; prestando asimetría cantando nombres encontrando con los dedos un nuevo pedazo de piel fronteriza con cada una de las fantasías elaboradas aún antes de que el ser tenga conciencia de la mirada; y cada estancia de luz en un objeto brillante sólo sean los labios quietos, que han decidido recalcar besos deambulando insignias mutuas. Acribillando ausencia. Pactando nuevamente la risa sobre la desnudez; para provocar con un abrazo, para provocarse con los dedos en una seguidilla de besos, para provocarnos entre una comida y un postre, entre una cita y un baile, enterando la única virtud meritoria que tienen los dedos; escribiendo con caricias enciclopedias afectivas; que sólo pueden ser leídas entre un amanecer, entre una noche y entrelazando las manos.
Ventisca, matriculando una conversación; cuya carrera sea doctorada por al menos una sonrisa. Conversar, arduo anhelo; sea una vez oh el resto de la vida, recompondría todas las casillas sin color del tablero. Adjuntando teatros alagados con tal de probar otra vez el melodioso sudor interpretando mermelada. Miel. Luminosidad. Lujuria transparente. Inconscientemente acabo de mezclar esta cercanía con una lágrima por su distancia, mientras sigo describiendo con la pluma juicios vitales comidiéndose anticipando cadenas perpetuas ceremoniales, recostando cada vibración de risa emergente culpando alguna parte; desenredando recetas de helados, cocteles y aventuras. Pierdo el control de la diestra y ella sigue traduciendo sueños; mientras empieza a inundarse la habitación.
Destellos lineares, ¿puedo decir que he respirado alguna vez?, solamente acondicionaba aire, sin saber siquiera como era. Sin saber cómo es ella, el oxígeno se convierte en metáfora. Mejor dejarse ir, dejo de patalear para dejarme llevar por la muerte. Tranquilidad camuflada. Flotar es agradable. No saber si respiro bajo el agua, si alguna vez en mi vida sin ella respiré, o simplemente respirar sea una vaga reflexión; le da un toque divertido al asunto. Sin embargo la Chica de Papel furiosa me echa la culpa del nuevo contexto, levanto los hombros, le ofrezco una campana (es decir una bolsa plástica) para protegerla, sentirse rosa brevemente no la aleja de su enojo. Vivir sumergidos quizás sea mejor respuesta, francamente temo mucho que ella quede dañada si se va el agua. Existe una posibilidad remota, que todo esto suceda únicamente bajo mi techo; abro la puerta y me doy cuenta que la ciudad completa está a merced de una improcedente inundación, luego de seguir subiendo descarto borde alguno. Regreso al suelo, intentando caminar entre saltos; La Paz adueñada de sus encantos admirada con el resplandor difuso de cientos luces; otra vez, quisiera que ella estuviera aquí, para apreciar mi ciudad lejos de la mitosis destripando segmentos históricos.
Chica de Papel.- Interpretaré el papel de narradora por un rato; al doblar en una esquina, siguen rotando una por una las balas del pesimismo. Cada vez que se acerca a una musaraña descubre algo de la que podría ser su amada. Abrumado por las entre líneas siente que pide demasiado con un poco de claridad; sentirse parte de un sentimiento. Las calles permanecen inundadas; construcciones mudas, reforzadas con los colores reflejados en sus ventanas, dejando destellos en todas las bifurcaciones sonrientes. Lentamente, la modernidad archivada devuelve algo de amabilidad a tantas personas aceleradas. Las parejas se multiplican, aprovechando el clima irregular; no pierden esquina demostrando afecto sin importarles el calvario de los solitarios.
“Cuando uno sueña con volar, le saca de quicio que le obliguen a amarrarse a un trozo de madera, durante horas, mientras siente en sus miembros la llamada del vacío.
En realidad, la barra corresponde al entrenamiento que los pajarillos reciben en el nido: les enseñan a desplegar sus alas antes de utilizarlas. Para los pajarillos, bastan unas horas.”
DICCIONARIO DE NOMBRES PROPIOS - Amélie Nothomb
IV Sed memorial.
Adiós.
Vamos a decir la verdad,
no hay cuento sin final feliz,
el resto son relatos demacrados
intentando avanzar.
Mejor así, aquí
dejo mi alma, si algún charco
quisiese embarrar tus aventureros pasos.
Reduzco el dramatismo,
aclarando latidos, que muy pronto darán la vuelta
al universo correcto despojando un beso congelado,
revistiéndolo de encantos y atizarlo en brisas
invernales a través de tus labios.
Acelerar las heridas,
deambulando por mi cabeza;
sombra irresistible tu invencible invisibilidad
tiene atadas las retinas que tuve en todas las vidas
cuando pronuncié tus nombres jurando atraparte por la cintura
y susurrarte abiertamente el paso de las estrellas y los secretos reguardados en tu piel.
Bailando esa música que sólo tú y yo conocemos.
Adiós.
El tiempo en contra,
viene gestando veredas inalcanzables;
por muy astuta que sea la jugada,
el tablero termina debajo de las tristezas.
Granizada aventando piezas,
blanco y negro multiplicando
escalofríos de saberte cada vez más distante.
Puedes acusarme;
decir que no estuve a tu altura,
que cuando me mencionaste que el viento te sabía a gloria
debí esclarecer preguntas apostando rutas,
encuentra cuantos argumentos quieras, bien me valdrían para la siguiente estación.
Pero no puedes dudar de mi amor.
Acelerar las heridas,
deambulando por mi cabeza;
sombra irresistible tu invencible invisibilidad
tiene atadas las retinas que tuve en todas las vidas
cuando pronuncié tus nombres jurando atraparte por la cintura
y susurrarte abiertamente el paso de las estrellas y los secretos reguardados en tu piel.
Bailando esa música que sólo tú y yo conocemos.
Adiós.
Para que perder el tiempo con reclamos.
Me alegra el resultado; me hiciste daño, no me diste la mínima oportunidad para lastimarte.
No gané un beso ni una sonrisa.
Saliste intacta de la partida, luego de un salto e incluso antes,
sólo seré un mal recuerdo ataviando encrucijadas sin talla.
Entonces, un atardecer, una rosa, un viaje y las musarañas
te regalaran silencios invadiendo cosquillas;
será la ingenua venganza; provocándote a escondidas.
Siempre estaré contigo.
Mi dulce reina alucinante,
logramos inventar calabozos indecorosos.
¡Adiós querida!;
al final del cortometraje, simplemente importan tus sabanas,
no quisiste levantar el destierro y ordenaste a mis dedos encerrarme en letras
incoherentes para mutilarme lentamente, gata disimulada solo querías diviértete
torturando al mensajero para variar el contrato con los verbos amorosos.
Acelera las heridas,
bailando esa música que sólo tú y yo conocemos.
Chica de Papel.- Quedan descartadas las distancias. El viento aromatiza olas prosperando profundidad, a merced del encuentro. Hágase un sueño realidad, midiendo pasos, enterrando martiritos, quitando soledades, recapitulando volcanes, desenredando esquinas remarcadas. Del otro lado del sentimiento; una rosa de papel escapa desorganizando grafemas subastando ecos aclarando un sonido propio alrededor del retraído pandemónium esperando que él pueda saltar; agarrándose de una estrella precisa y amanecer en sus labios indocumentados; tramitando visas para pasar cada frontera del cuerpo mutuo adhiriéndose, si no eternamente; sea la eternidad cabal de un instante.
Me gusta la música vital. Los atardeceres exagerados. Las ruinas de los imperios, puestas a la venta en un mercado negro. También me gustan las abejas. Creer en cualquiera. Errar en las teclas; a veces consigo mejores palabras del corrector. Desatar banderas. Incendiar templetes. Caminar sin rumbo, vegetar en Saturno. ¿Dónde están mis ojos, cuándo cierro círculos agasajando iniciales?, detienen una sombra traspapelada, apresurando cómplices relatos desbocando suspiros mientras ella, mira una rosa de papel en la ventana de un macabro referéndum cediéndome partes enteras de sus desencantos. Ventisca fresca, sellando anagramas en espejos reverenciando reflejos, abro mi corazón de par en par; marchito y desecho, con latidos contados, deshiela serenamente escondites, dónde su risa persiste en quedarse con mi inspiración. Una muchacha de cabellos eléctricos, piel lunar, ojos sempiternos, labios vivos y tanta gracia que puede desarmar sinfonías; va persiguiendo una rosa de papel. Alarmante; pareciera un pensamiento saqueando realidades con arma blanca. Un paso flotante, nos topamos en una esquina, ella es tan guapa; incrédula me mira aprensivamente, hago un gesto dándole a entender lo que sucede alrededor, no tarda en darse cuenta, baila. Sigo de largo, sin detenerme. Pero sus ojos siguen eclipsados dentro los míos. Dar la vuelta. Cancelar ingenuidades; preguntarle su nombre.
Chica de Papel.- Si; es como para matarlo. Consigue escapar. Las tretas quedan bien sazonadas mientras puedan corregir desvíos.
– Hola. No pensabas irte así nada más; sería muy descortés de tu parte.
– Ese era el plan; sin ánimo de incordiarla.
– Oh contrariarme. Sabes que muchas de estas calles me resultan extrañas.